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Volvió la Cobrita, con pena por no tener la “gloria”

El boxeador tandilense fue recibido por un grupo de seguidores y estuvo en el Municipio con el intendente Lunghi, que reconoció su esfuerzo a pesar de la derrota en Las Vegas.

Un cerrado aplauso lo acompañó desde el automóvil hasta el interior del Palacio. Había amigos de su vida, familiares que estuvieron en todas -en las buenas y en las malas-, algunos turistas que miraban sorprendidos la escena, admiradores, periodistas y funcionarios. No llegó en la soñada autobomba a la ciudad, sino en un laborioso Renault Clio de color blanco. Detrás venía una ambulancia y una unidad de Tránsito del Municipio y algunos automóviles formando la caravana. Las bocinas de los coches que pasaban por Belgrano rompían el aire gélido del mediodía del martes en que Rueda terminó su parábola Las Vegas-Tandil.

En su ciudad natal el tandilense procurará relanzar su carrera. Antes, el jefe comunal lo entregó una plaqueta cuyo texto procura, de alguna manera, aplicarle una sentencia filosófica a la dura derrota del sábado: "Triunfar es alcanzar la cima", decía la placa. Un fuerte abrazo entre Lunghi y Rueda fue la primera imagen que se dibujó en el despacho del Palacio Municipal que había sido colmado por la gente. "¿Estás cansado?", le preguntó Lunghi cuando concluyó la breve ceremonia. Rueda le dijo que no. Se percibía claramente que no tenía el rastro de ningún golpe que le aplicó el mexicano Valdez, pero su expresión todavía mantiene la brumosa tempestad de la derrota. La resaca anímica ante el duro traspié llevará un tiempo de digerir, como esas heridas que duelen hasta la médula.

No fue el regreso que Rueda soñó cuando aseguró que Tandil tendría un nuevo campeón mundial. Pero allí, el pie del playón municipal, estaban sus amigos y la gente que lo quiere. El futuro está abierto para él. El afecto de la gente que lo fue a recibir es también un renovado crédito a la esperanza.

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